viernes, 29 de enero de 2016

Un baño compartido

     
      Por primera vez habíamos quedado en su casa, decidí ir directamente al salir del trabajo, pero mientras me desplazaba en el metro saturado de cuerpos sudorosos, empecé a sentirme incómoda y lamenté no haber perdido un poco de tiempo en asearme y cambiarme de ropa. Era tanto el deseo de abrazarlo que esto no me pareció importante, pero ahora que me estaba acercando, tenía una desagradable sensación, así que fue lo primero que dije después de que abriese la puerta y me abrazase apasionadamente como si me fuese a desnudar en el mismo recibidor.  
Creo que debería darme una ducha rápida.
¿Y qué tal una ducha conjunta y muy lenta? Sugirió abrazándome por la espalda y frotándose contra mí, lo que me permitió apreciar cierta hinchazón bajo su pantalón.
Me gusta esa idea sonreí, ¿dónde está el baño? Pre­gunté, alegrándome de haber ido al lavabo antes de salir de la oficina y no necesitar unos momentos de intimidad que hubiesen estropeado la magia del momento.
Por aquí contestó tirando de mí.
No sé si es buena idea observé al comprobar que la bañera, aunque grande, estaba situada bajo el tejado y había un trozo de techo bastante bajo.
No te preocupes, seguro que cabemos bien, sólo es cuestión de estar muy juntitos sonrió mientras me levantaba por la cintura y me sentaba en el mueble del lavabo.
¿Cómo de juntitos? pregunté mientras lo rodeaba con mis piernas y lo atraía para empezar a desabrochar su camisa.  
Depende, ya iremos improvisando contestó mientras me miraba fijamente, siguiendo mi ejemplo y desabotonando mi blusa.

Dejé caer su camisa al suelo y él hizo lo mismo con la mía, sus ojos codiciosos resbalaron hacia mis pechos y sus dedos diestros desabrocharon mi sujetador.
Siempre que me decías que ibas a nadar me preguntaba cómo serían tus pechos susurró mientras con sus dedos bajaba las tiras por mis brazos.
¿Y? Pregunté mientras sentía que éstos quedaban liberados.
Me alegro que no tengas pechos de nadadora contestó mientras los recorría suavemente con sus dedos.
Y yo me alegro que te gusten sonreí complacida.
Me gustas tú y me gusta tu cuerpo, aunque no es de eso de lo que me enamoré, la verdad es que en un principio no te vi como nada sexual dijo mirándome a los ojos.
Vaya, no sé si eso es un elogio.
Me gustan tus pechos, me gusta tu boca dijo recorriéndola con sus labios, me gustan tus pequeñas orejas las mordió suavemente, tu cuello hundió su boca y lo recorrió hasta pararse en el hombro y clavar sus dientes suavemente, lo que consiguió erizarme toda la piel y estremecerme por dentro arrancando un gemido de mi boca.
No sabes el efecto que eso tiene sobre mí susurré a su oído mientras rodeaba su cabeza con mis manos y lo alzaba hasta mis labios.
Sí, sí que lo sé sonrió travieso mientras hundía su boca en la mía y buscaba mi lengua con la suya.

Bajó sus dedos hasta mis pezones para demostrarme que había notado mi respuesta a su apasionado mordisco, jugaba con ellos mientras yo seguía atrayendo su cabeza con mis manos. Me volvió a levantar por las axilas sin dejar de besarme, y cuando esperaba que me devolviese al suelo, me puso de pie sobre el inodoro lo que me sorprendió haciéndome reír; ahora yo era un poquito más alta que él.
Noté sus dedos desabrochando mis tejanos, bajarlos arrastrando la ropa interior con ellos, se arrodilló para sacar mis zapatos mientras yo intentaba aguantar el equilibrio sujetándome en sus hombros. Levanté un pie y le dejé quitar mi zapato y la ropa con él, lo devolvió a su lugar e hizo lo mismo con el otro. Empezó a mordisquear mis dedos causándome una mezcla de cosquillas y placer.
Ascendió por mis tobillos siguiendo con su mordisqueo, que conseguía hacerme temblar y temer por mi estabilidad, noté cómo se levantaba para seguir subiendo hasta acercarse a mis genitales, apretó mis glúteos con sus poderosas manos y hundió su boca en mi sexo recorriéndolo con sus labios.
Lo aparté de mí y bajé al suelo para poder desabrochar su pantalón, que cayó sobre el mosaico mientras yo bajaba sus slips, me incliné para abrir el grifo, momento que él aprovechó para deshacerse de su ropa y sus zapatos y, acercándoseme por detrás, encajó su pene erguido entre mis glúteos expuestos, aguantándome por la cintura mientras se movía lentamente, masajeándose entre las redondeces.

Entramos en el agua y él cogió la esponja poniéndole jabón antes de entregármela con una mirada cargada de complicidad. Empecé a recorrer su cuerpo empezando por la espalda, bajé lentamente hasta llegar a los pies, le pedí que se diese la vuelta y empecé a ascender hasta llegar a sus genitales, cogí sus testículos con una mano y los masajeé suavemente con la espuma, noté que su respiración se aceleraba y su miembro palpitaba reclamando mi atención. Repetí la misma operación, esta vez con la esponja, notando cómo sus caderas empezaban a moverse involuntariamente.
No quise seguir torturándole y le devolví la esponja dándome la vuelta y ofreciéndole mi espalda. Él empezó por mis hombros apartando mi cabello ya mojado, volvió a clavar sus dientes en mi cuello consciente del efecto que esto causaba en mí, empezaba a conocer mi cuerpo y eso me permitía relajarme y abandonarme a sus caricias totalmente confiada.
Volvió a poner jabón para seguir bajando y recrearse en mis glúteos, abrí las piernas para permitirle que pudiese acceder a mis genitales. Oí caer la esponja y noté sus dedos deslizándose rítmicamente, en parte para lavarlos, en parte para darme placer. Me incliné apoyando las manos en el borde de la bañera y sentí cómo volvía a encajar su pene entre el canalillo de mis glúteos, masajeando entre ellos su miembro, que se deslizaba suavemente ayudado por la espuma.
Seguía tocando mi clítoris que estaba totalmente congestionado, sus dedos se movían con destreza, sentía su pene deslizarse y sus testículos colgando entre mis redondeces en cada uno de sus movimientos. Le oí coger la alcachofa de la ducha y recorrer mi espalda con el agua tibia, pasó hacia delante y la dirigió hacia mis genitales, haciendo que la presión del agua me hiciese empezar a gemir de placer.
Hazlo tú ordenó mientras me pasaba la ducha.

La cogí sin dudarlo y dirigí el chorro de agua hacia mis partes más íntimas, moviéndolo en la dirección adecuada. Noté como entraba dentro de mí, suavemente al principio, con más fuerza después cuando comprobó que era capaz de aguantar sus embestidas sujetándome con una sola mano en la bañera mientras él me atraía por las caderas.
Era una mezcla explosiva, la presión del agua acariciándome, dirigida hábilmente por mí misma, él deslizándose con fuerza dentro de mi cuerpo, no pude alargarlo demasiado y noté los espasmos de mi interior que recorrían todo mi cuerpo, aguanté intentando no perder el equilibrio hasta que lo notase explotar dentro de mí.
Cuando recuperé la consciencia dirigí el chorro de agua hacia sus testículos, decidida a incrementar sus sensaciones, lo sentí gruñir de placer mientras se quedaba inmóvil, incapaz de seguir más tiempo con sus movimientos, sujetando fuertemente mi cintura mientras palpitaba dentro de mí.
Oh Dios, qué bueno es esto exclamó contra mi espalda.
Bueno e imprudente cariño, nos podríamos haber roto la cabeza contesté riendo mientras me giraba, buscando el tapón de la bañera para taparla.
No me vuelvas a provocar dijo dándome un suave cachete en el trasero. No estoy preparado para volver a ver tu culito expuesto.

Se sentó en la bañera y me situó entre sus piernas. Lavó suavemente mi cabello y lo aclaró con la ducha mientras nos relajábamos. Me recosté en su pecho cerrando los ojos y dejé que el agua tibia recorriese mi cuerpo, esta sensación de laxo abandono, después del gozo vivido, era casi tan placentera como la de hacía unos momentos.
           
       

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