miércoles, 6 de julio de 2016

Acrobacias sexuales

       
 Muchas veces miramos con admiración a los acróbatas, giramos la cabeza para ver mejor las imágenes que creemos imposibles para nosotros y, no nos engañemos, la gran mayoría piensa en qué tipo de posturas sexuales son capaces de realizar.

       
La flexibilidad es muy importante a la hora de movernos, pero muchas veces, lo que más nos limita es la falta de imaginación. Permite que tu pasión se desate y deja que tu cuerpo se exprese como desee, seguro que te sorprenderás.  

 Resumen adaptado de la novela "Carmín, el lado oculto”
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                           Relato erótico

      Noté sus manos buscando mis pechos por debajo del vestido, levanté los brazos para que lo pudiese sacar con facilidad, e hice lo mismo con su camiseta, inclinándome para dejarle espacio y se pudiese quitar el pantalón. Una vez liberado me dejé caer sobre él, me gustaba sentir el fino vello de su pecho sobre mi piel desnuda.
       Buscó mi cuello y lo besó con delicadeza, sabiendo que esa caricia conseguiría estremecerme y erizarme toda la piel, no importaba cuántas veces lo hiciese, en este caso era una rutina maravillosa de la que nunca me cansaba.
       —No entiendo cómo puedes tener la piel tan sensible —dijo sonriendo mientras pasaba un dedo por mi muslo, comprobando que todo el vello estaba erizado.
       —En realidad tus caricias me son indiferentes, ¿a que finjo bien? —pre­gunté notando un estremecimiento recorrer mi cuerpo mientras su boca pasaba al otro lado de mi cuello.
       —Sí cariño, finges muy bien —contestó ahogando una risita besándome con fuerza, a la vez que introducía un dedo en mi vagina, consciente de que sus besos conseguían humedecerme sin demasiada dificultad—. Sabes fingir muy, muy bien —repitió mientras palpaba suavemente en mi interior.
         
       Aprovechó mis propios fluidos para lubricar el resto de mis genitales acariciándolos con agilidad. Me elevé un poco para facilitarle la labor, volviendo a apoyar mis manos sobre el respaldo del sofá, dejando mis pechos a la altura de su boca. No resistió la invitación y pronto sentí sus labios recorriéndolos, succionando con viveza mientras su lengua recorría el pezón al mismo ritmo que sus dedos frotaban mi clítoris.
       Eran dos caricias separadas que yo sentía confluir en el centro de mi vientre y que cada vez me abrasaba con más intensidad. Perdí la noción del tiempo, como siempre me pasaba cuando me entregaba a sus caricias, noté cómo humedecía su dedo por última vez para seguir acariciándome mientras me penetraba. Empecé a moverme arriba y abajo con suavidad, intentando no perder el contacto con sus dedos juguetones que me estaban haciendo ver las estrellas a pesar de tener los ojos cerrados.
       Poco a poco dejé caer mi tronco hacia atrás, deslizándome entre sus piernas hasta que mi cabeza tocó la alfombra, creí que no podría aguantar mucho más la fricción de sus dedos si seguía acariciándome de esa manera. Por suerte dejó de hacerlo para asir mis tobillos y tirar de ellos hacia arriba, abrí los ojos sorprendida, intentando situarme y aclarar mi posición.
       La imagen, que de no haber estado tan excitada me habría parecido peligrosa, era tremendamente excitante en esos momentos. Él se había incorporado y estaba de pie, rodeaba mis tobillos con facilidad y tiraba de ellos hacia arriba, dejando que la gravedad me devolviese a mi lugar hasta tocar la alfombra otra vez.
       Desde esa perspectiva miré mis pies sorprendida, sentía mi cabeza chocar suavemente contra la alfombra cada vez que él dejaba de atraerme, para volver a tirar de mí y penetrarme con fuerza una y otra vez. Fueron sólo unos segundos de desconcierto que no permitieron que mi excitación disminuyese en absoluto, cerré los ojos y me concentré en esa invasión tan poco usual, en la dura y firme fricción que incrementaba el ardor que sentía.
       Noté como mis piernas empezaban a temblar, la electricidad que recorría mi espina dorsal y la tensión que se acumulaba en mi vientre, sabiendo lo que estaba a punto de ocurrir, deseando que sucediese, que le sucediese a él también. Hundirme en esa maravillosa relajación que tanto me gustaba compartir con él.
       —Cariño, no puedo aguantar más —pude gemir de manera entrecortada, no sé si por la postura o la excitación.
      —Sí, hazlo —me animó como tantas otras veces—. Me gusta sentir tu presión cuando te dejas ir.
      
       Dejé de reprimirme para abandonarme a las sensaciones físicas y emocionales que se habían concentrado en algún lugar de mi cuerpo y mi cerebro, hasta que me invadieron por completo llegando a los rincones más recónditos. Cuando volví de mi enajenación momentánea, sentí sus últimas acometidas, y cómo dejaba de mecerme para concentrarse en su propio placer, que noté descargar contra mí con sus familiares convulsiones.
       Le vi abrir los ojos y mirarme sorprendido, como si no entendiese muy bien qué hacía con la cabeza en el suelo.
       —¿Bonitas vistas? —Bromeé cruzando los brazos detrás de la cabeza.
   —¡Oh cariño! ¿Qué haces ahí abajo? —Preguntó mientras me dejaba deslizar suavemente, acompañándome con sus manos hasta el suelo.
       —Eso me preguntaba yo hace un rato —respondí mientras me estiraba totalmente en la alfombra.
     —Qué bestias, ¿cómo hemos podido hacer esto? —se acomodó riendo junto a mi espalda y entrelazó sus piernas entre las mías mientras besaba mi espalda.
       —No lo sé cariño, pero te aseguro que no ha sido premeditado, por lo menos por mi parte.
       —¿Estás bien? —Preguntó preocupado, tocándome la cabeza— ¿Te duele algo?
       —Pues ahora que lo dices, empiezo a notar ciertas molestias en los tobillos. 

jueves, 24 de marzo de 2016

Masaje prostático



El punto “P”  prostático sólo se puede estimular a través del recto a pesar de que hay quién apunta que se puede encontrar fácilmente presionando el periné. Los masajes de próstata, además de muy placenteros, ayudan a prevenir o disolver prostatitis. Os animo a buscarlo y a disfrutarlo, eso sí, uñas cortitas para evitar problemas.

Vale la pena descubrir e introducir este juego sexual para ampliar el repertorio y evitar caer en la rutina. Alguna idea para entrar en situación y empezar a experimentar.


Resumen adaptado de la novela “Estel, amor y miseria”


     –¡Dios!, pienso en lo que eres capaz de hacerme sentir y me deshago por dentro –le dice antes de besarla cubriéndola con todo su cuerpo. Despega sus labios de los de ella y la coge por la mano que se acerca a la boca mientras la mira fijamente. Besa la parte interior de su muñeca, bajando por la palma, recorriendo los dedos con su lengua. Pasea sus labios por la punta redondeada de sus uñas perfectamente recortadas y limadas mientras la mira sugestivamente, introduce el dedo corazón en su boca y lo succiona, cuando lo retira le quita el anillo que ella lleva puesto dejándolo sobre la mesita; la mira fijamente sin necesidad de palabras y ella le responde con una mirada de entendimiento.
      –¿Quieres que te haga derretir? –Le pregunta ella mientras se libera de su peso y girándose, apoyada sobre el codo, se sitúa encima de él.
      –Si… quiero –contesta arrastrando las palabras sin dejar de mirarla.
      –¿Y puedo hacer lo que yo quiera? –Pregunta Laura mientras acerca su cara a la de él, presionándole los brazos por encima de la almohada con sus manos mientras frota su cuerpo sinuoso contra el de él.
      –Puedes –casi gime, porque hace rato que su respiración se ha acelerado y es difícil controlar el tono de voz. Y siente sus labios pegados a los de él como una ventosa, y su lengua que invade su boca, y la suave resistencia de sus manos que intentan impedir que él libere sus brazos para abrazarla, indicándole que no desea que se mueva.
      Nota como ella se desprende de su boca y baja hasta su pecho, y sigue deslizándose, lamiendo con su lengua serpenteante todo lo que encuentra a su paso, sus pezones, su torso, su vientre, su ombligo; y lo ve aunque tenga los ojos cerrados, porque la imagina mientras siente la presión de su apéndice en cada uno de los rincones que ella acaricia.
      Siente el roce de sus labios sobre su pene, pequeños besos, como si no quisiese precipitar su excitación, mientras sus manos acarician sus testículos y él empieza a respirar de manera alterada, intentando no desbocarse y concentrarse en sus caricias; abandonarse a ellas, sentir como el placer fluye libremente por todo su cuerpo.
      Nota su lengua acariciar su periné, acercarse al ano, lubricarlo con su saliva mientras lo lame con fuerza. Succionar y aprisionar sus testículos en su boca cerrada para acariciarlos suavemente con su lengua, soltar uno para coger el otro y después buscar otro prisionero: su pene vibrante que palpita hasta que ella lo inmoviliza en la cavidad húmeda y caliente, que siente subir y bajar, mientras su lengua acaricia con suavidad el glande totalmente descapullado.
      Advierte como los movimientos del dedo que estimulaban su ano se detienen para lubricarlo con su saliva e introducirlo dentro con delicadeza, lo siente entrar suavemente, deslizándose con precisión, como si supiese perfectamente donde detenerse al localizar su objetivo. Y lo encuentra, claro que lo encuentra, y ya no sabe qué parte de su cuerpo le proporciona más placer; su boca y su lengua deslizándose sobre su pene, o su dedo presionando delicada pero enérgicamente sobre su próstata. Intenta concentrarse en cada una de sus caricias, procurando aislarlas para sentirlas independientemente, perdiendo la noción del tiempo que quisiera detener, prolongando el goce que lo embriaga, que inunda todas las fibras de su ser, anulando su razón y activando todos sus órganos sensoriales.
      Y cuando piensa que está llegando a la cresta de la ola de placer que remonta, permitiéndole levitar unos instantes en la cima, hasta que totalmente extasiado se deje deslizar nuevamente, sintiendo el torbellino que le arrastra desde el centro de sus entrañas, nota cómo ella retira su boca y sujeta firmemente la cabeza de su pene, siente también como el dedo que había introducido dentro de él vuelve a salir para con esta mano hacer presión en la base del mismo. Ya no siente la imperiosa necesidad de eyacular, pero nota la energía fluir, inundando todo su ser, prolongando el estado de éxtasis en que se encuentra sumergido.
       Y en unos momentos vuelve a sentir su boca rodeándolo, su lengua acariciándolo, su dedo penetrándolo; sus caricias acompasadas que ahora consiguen un mayor nivel de excitación aunque esto le parecía imposible, elevándolo a cuotas de placer que creía inalcanzables. Y es consciente de que ya no hay vuelta atrás, de que se encuentra en un estado de paroxismo total que le impide pensar en nada que no sea abandonarse al placer, y se deja ir; sintiendo el líquido que se desborda, sintiéndose todo él líquido, expandiéndose y recorriendo todos los rincones de su ser que lo inundan como una ola gigante, haciéndole perder la noción de la realidad por unos instantes, como si la energía que estaba liberando se hubiese expandido hasta alcanzar el infinito, vaciando y llenando a la vez  su cuerpo y su mente. Ni siquiera es consciente de cuando retira ella su boca, su lengua, su dedo; sólo siente paz, la paz de su cuerpo totalmente relajado, la tranquilidad y la certeza de que en ese momento no hay un lugar mejor donde poder estar, ni nadie con quien nunca haya deseado compartirse ni entregarse de esa manera tan completa.
      –Te quiero Laura –le dice al abrir los ojos a la cara sonriente que encuentra frente a él mientras la abraza–. Dios, no sabía que se pudiese llegar a amar de esta manera.
      –Yo también te quiero Alex –le contesta ella mientras busca sus labios para besarlos.

viernes, 29 de enero de 2016

Un baño compartido

     
      Por primera vez habíamos quedado en su casa, decidí ir directamente al salir del trabajo, pero mientras me desplazaba en el metro saturado de cuerpos sudorosos, empecé a sentirme incómoda y lamenté no haber perdido un poco de tiempo en asearme y cambiarme de ropa. Era tanto el deseo de abrazarlo que esto no me pareció importante, pero ahora que me estaba acercando, tenía una desagradable sensación, así que fue lo primero que dije después de que abriese la puerta y me abrazase apasionadamente como si me fuese a desnudar en el mismo recibidor.  
Creo que debería darme una ducha rápida.
¿Y qué tal una ducha conjunta y muy lenta? Sugirió abrazándome por la espalda y frotándose contra mí, lo que me permitió apreciar cierta hinchazón bajo su pantalón.
Me gusta esa idea sonreí, ¿dónde está el baño? Pre­gunté, alegrándome de haber ido al lavabo antes de salir de la oficina y no necesitar unos momentos de intimidad que hubiesen estropeado la magia del momento.
Por aquí contestó tirando de mí.
No sé si es buena idea observé al comprobar que la bañera, aunque grande, estaba situada bajo el tejado y había un trozo de techo bastante bajo.
No te preocupes, seguro que cabemos bien, sólo es cuestión de estar muy juntitos sonrió mientras me levantaba por la cintura y me sentaba en el mueble del lavabo.
¿Cómo de juntitos? pregunté mientras lo rodeaba con mis piernas y lo atraía para empezar a desabrochar su camisa.  
Depende, ya iremos improvisando contestó mientras me miraba fijamente, siguiendo mi ejemplo y desabotonando mi blusa.

Dejé caer su camisa al suelo y él hizo lo mismo con la mía, sus ojos codiciosos resbalaron hacia mis pechos y sus dedos diestros desabrocharon mi sujetador.
Siempre que me decías que ibas a nadar me preguntaba cómo serían tus pechos susurró mientras con sus dedos bajaba las tiras por mis brazos.
¿Y? Pregunté mientras sentía que éstos quedaban liberados.
Me alegro que no tengas pechos de nadadora contestó mientras los recorría suavemente con sus dedos.
Y yo me alegro que te gusten sonreí complacida.
Me gustas tú y me gusta tu cuerpo, aunque no es de eso de lo que me enamoré, la verdad es que en un principio no te vi como nada sexual dijo mirándome a los ojos.
Vaya, no sé si eso es un elogio.
Me gustan tus pechos, me gusta tu boca dijo recorriéndola con sus labios, me gustan tus pequeñas orejas las mordió suavemente, tu cuello hundió su boca y lo recorrió hasta pararse en el hombro y clavar sus dientes suavemente, lo que consiguió erizarme toda la piel y estremecerme por dentro arrancando un gemido de mi boca.
No sabes el efecto que eso tiene sobre mí susurré a su oído mientras rodeaba su cabeza con mis manos y lo alzaba hasta mis labios.
Sí, sí que lo sé sonrió travieso mientras hundía su boca en la mía y buscaba mi lengua con la suya.

Bajó sus dedos hasta mis pezones para demostrarme que había notado mi respuesta a su apasionado mordisco, jugaba con ellos mientras yo seguía atrayendo su cabeza con mis manos. Me volvió a levantar por las axilas sin dejar de besarme, y cuando esperaba que me devolviese al suelo, me puso de pie sobre el inodoro lo que me sorprendió haciéndome reír; ahora yo era un poquito más alta que él.
Noté sus dedos desabrochando mis tejanos, bajarlos arrastrando la ropa interior con ellos, se arrodilló para sacar mis zapatos mientras yo intentaba aguantar el equilibrio sujetándome en sus hombros. Levanté un pie y le dejé quitar mi zapato y la ropa con él, lo devolvió a su lugar e hizo lo mismo con el otro. Empezó a mordisquear mis dedos causándome una mezcla de cosquillas y placer.
Ascendió por mis tobillos siguiendo con su mordisqueo, que conseguía hacerme temblar y temer por mi estabilidad, noté cómo se levantaba para seguir subiendo hasta acercarse a mis genitales, apretó mis glúteos con sus poderosas manos y hundió su boca en mi sexo recorriéndolo con sus labios.
Lo aparté de mí y bajé al suelo para poder desabrochar su pantalón, que cayó sobre el mosaico mientras yo bajaba sus slips, me incliné para abrir el grifo, momento que él aprovechó para deshacerse de su ropa y sus zapatos y, acercándoseme por detrás, encajó su pene erguido entre mis glúteos expuestos, aguantándome por la cintura mientras se movía lentamente, masajeándose entre las redondeces.

Entramos en el agua y él cogió la esponja poniéndole jabón antes de entregármela con una mirada cargada de complicidad. Empecé a recorrer su cuerpo empezando por la espalda, bajé lentamente hasta llegar a los pies, le pedí que se diese la vuelta y empecé a ascender hasta llegar a sus genitales, cogí sus testículos con una mano y los masajeé suavemente con la espuma, noté que su respiración se aceleraba y su miembro palpitaba reclamando mi atención. Repetí la misma operación, esta vez con la esponja, notando cómo sus caderas empezaban a moverse involuntariamente.
No quise seguir torturándole y le devolví la esponja dándome la vuelta y ofreciéndole mi espalda. Él empezó por mis hombros apartando mi cabello ya mojado, volvió a clavar sus dientes en mi cuello consciente del efecto que esto causaba en mí, empezaba a conocer mi cuerpo y eso me permitía relajarme y abandonarme a sus caricias totalmente confiada.
Volvió a poner jabón para seguir bajando y recrearse en mis glúteos, abrí las piernas para permitirle que pudiese acceder a mis genitales. Oí caer la esponja y noté sus dedos deslizándose rítmicamente, en parte para lavarlos, en parte para darme placer. Me incliné apoyando las manos en el borde de la bañera y sentí cómo volvía a encajar su pene entre el canalillo de mis glúteos, masajeando entre ellos su miembro, que se deslizaba suavemente ayudado por la espuma.
Seguía tocando mi clítoris que estaba totalmente congestionado, sus dedos se movían con destreza, sentía su pene deslizarse y sus testículos colgando entre mis redondeces en cada uno de sus movimientos. Le oí coger la alcachofa de la ducha y recorrer mi espalda con el agua tibia, pasó hacia delante y la dirigió hacia mis genitales, haciendo que la presión del agua me hiciese empezar a gemir de placer.
Hazlo tú ordenó mientras me pasaba la ducha.

La cogí sin dudarlo y dirigí el chorro de agua hacia mis partes más íntimas, moviéndolo en la dirección adecuada. Noté como entraba dentro de mí, suavemente al principio, con más fuerza después cuando comprobó que era capaz de aguantar sus embestidas sujetándome con una sola mano en la bañera mientras él me atraía por las caderas.
Era una mezcla explosiva, la presión del agua acariciándome, dirigida hábilmente por mí misma, él deslizándose con fuerza dentro de mi cuerpo, no pude alargarlo demasiado y noté los espasmos de mi interior que recorrían todo mi cuerpo, aguanté intentando no perder el equilibrio hasta que lo notase explotar dentro de mí.
Cuando recuperé la consciencia dirigí el chorro de agua hacia sus testículos, decidida a incrementar sus sensaciones, lo sentí gruñir de placer mientras se quedaba inmóvil, incapaz de seguir más tiempo con sus movimientos, sujetando fuertemente mi cintura mientras palpitaba dentro de mí.
Oh Dios, qué bueno es esto exclamó contra mi espalda.
Bueno e imprudente cariño, nos podríamos haber roto la cabeza contesté riendo mientras me giraba, buscando el tapón de la bañera para taparla.
No me vuelvas a provocar dijo dándome un suave cachete en el trasero. No estoy preparado para volver a ver tu culito expuesto.

Se sentó en la bañera y me situó entre sus piernas. Lavó suavemente mi cabello y lo aclaró con la ducha mientras nos relajábamos. Me recosté en su pecho cerrando los ojos y dejé que el agua tibia recorriese mi cuerpo, esta sensación de laxo abandono, después del gozo vivido, era casi tan placentera como la de hacía unos momentos.
           
       

sábado, 4 de abril de 2015

¿Sexo o amor?

Con la edad hay personas que se vuelven más exigentes y aprenden a dominar y utilizar su cuerpo, sin permitir que éste los domine a ellos porque necesitan conseguir una satisfacción totalmente colmada, mezcla de placer físico y plenitud emocional. Hay quien por el contrario prefiere no madurar, se estancan en aquellos tiempos donde las necesidades corporales les obligaba a obtener una satisfacción meramente física, siguen pensando que lo importante es aprender a ser más efectivo y  se obligan a mejorar sus métodos "artes amatorias" para lograr lo que su cuerpo necesita haciéndole creer que también es lo que él desea.
Coincido con Laura, la protagonista de "El reencuentro ¿Cómo aman las mujeres?" No es fácil hacer el amor, por eso algunos se conforman con tener sexo.

Mail de Laura a Fidel extraído de uno de los capítulos.

Querido Fidel.
Hay dos tipos de amantes: los que se encienden juntos y utilizan el cuerpo del otro para apagarse. Los que la urgencia del momento les obliga a conquistar aquello que los satisface, marcando límites y dominios. Los que necesitan demostrar su capacidad de ser o estar. Los que más que cómplices son competencia… O los que hacen el amor.
Hacer el amor es la mejor y más intima de las conversaciones que dos personas puedan mantener. Es hablar sin palabras dejando que sean los cuerpos los que hablen. Es mirarse a los ojos y ver el alma desnuda. Es saber preguntar y saber escuchar la respuesta del otro. Es también saber interpretar y saber responder. Es saber dar y saber recibir. Es saber exponer y no tener miedo a pedir. Es saber olvidarse de uno mismo para poder escuchar y dar aquello que complace al otro. Es, en definitiva, ser capaz de entregarse y ser consciente de la entrega del otro.
No es fácil hacer el amor, no todo el mundo está preparado para ello. Tener sexo es fácil, yo diría que demasiado. Tal vez por eso no es un tema que me interese por sí solo.
Gracias por avisarme, pero sólo yo tengo derecho a decidir si hay alguien con quien compartirme de esta manera tan intima. La segunda, no la primera. El sexo no me interesa. De todas maneras, te diré que si descubro que eres tú la persona adecuada, no me importará la fecha de caducidad. ¿Qué importa que una cosa dure un mes, un año o una vida? Se ha de disfrutar mientras se tiene. ¿Porqué negarse el placer?, no tiene demasiado sentido. Mañana será otro día y todo volverá a empezar de nuevo.
A veces tengo la sensación de que andas un poco perdido. Perdido en tus recuerdos que te lastran en forma de nostalgia y no te dejan avanzar. Perdido soñando en proyectos venideros que no te permiten disfrutar del día a día. Hay un proverbio árabe que dice “Lo pasado ha huido, lo que esperas está ausente, pero el presente es tuyo.” Espero que pronto encuentres ese punto de equilibrio que te permitirá ser feliz día a día. Sólo si tú lo encuentras los demás podrán encontrar el espacio que ocupar en tu vida.
Un beso.

Laura.

martes, 20 de enero de 2015

¿Dónde hay pelo hay alegría?



Según nuestro refranero, donde hay pelo hay alegría. Sin embargo, esto es muy discutible hoy día, ya que ni ellos ni nosotras estamos de acuerdo y, por descontado, las casas de láser son totalmente contrarias a esta teoría.

El pelo en la cabeza, y cuanto más, mejor, ya que es un signo de belleza y salud. Por norma general un poco de vello en el pecho (de él, claro) es agradable, ¿quién no se ha quedado dormida alguna vez mientras aspiraba el olor que impregnaba su torso, y sus ricitos, mientras enredábamos nuestros dedos extasiadas después de hacer el amor?

Actualmente; por moda, por comodidad, o simples preferencias estéticas, el vello no tiene muchos adeptos, de tal manera que ver a los  brazos “peludos” de un hombre suele causar cierto rechazo. Ni que decir tiene que el vello en la espalda, o allí donde la misma pierde su casto nombre, puede resultar incluso repugnante.

No nos engañemos, nos hemos habituado a ir depiladas, y no hacerlo se considera una falta de higiene, así que empezamos a exigir lo mismo: yo me “pelo”, tú te “pelas.

Últimamente (no sé si os habéis fijado) por el vestuario del gimnasio desfilan pubis de todo tipo: totalmente depilados, en forma de pequeño triángulo, una fina rayita y múltiples filigranas dignas de artistas. Los hay de todo tipo y colores, incluso quien luce sin reparo sus melenas, que “haberlas haylas” y, al final son las que más llaman la atención.

¿Y los hombres, se rasuran los hombres los genitales? Pues claro que sí, lo hacen por dos razones básicas, porque así su pene parece de mayor tamaño y, sobre todo, porque nosotras se lo pedimos. Que no es lo mismo tener en la boca un falo rasurado, que la boca llena de pelitos.

Si aún no lo has probado y no sabes cómo introducir el tema, sigue leyendo el relato erótico y, sobre todo…. compártelo con tu pareja.


                                         ... Mini relato erótico....


Abrió los ojos sorprendida cuando lo vio aparecer en la sala con una toalla al hombro.
     –Cariño, he cambiado la cuchilla –dijo con una sonrisa traviesa, mientras levantaba la mano donde blandía la maquinilla de afeitar.
     –¿Qué piensas hacer? –preguntó ella totalmente azorada, consciente de que se había empezado a sonrojar.
     –Rasurarte, me muero por hacerlo desde que hablamos de ello –respondió él mientras colocaba los útiles que portaba en la mesita.
     –Pero… –quiso protestar ella, viendo cómo extendía la toalla sobre el sofá.
     –No hay peros que valgan, confía en mí–respondió él divertido, advirtiendo que el color de sus mejillas se acentuaba por momentos.

     La besó para evitar que volviese a protestar, sabiendo que era la mejor manera de calmarla. Paseó los dedos por su cuello mientras la miraba fijamente, notando como se le erizaba la piel bajo su tacto. Siguió bajando lentamente hasta su escote y empezó a desabrochar los botones de la blusa, deslizando después la manga por uno de sus brazos, observando su hombro desnudo, sin poderse resistir a recorrerlo con sus dedos mientras la miraba.

     Repitió el mismo acto con el otro, como si fuese un ritual, y atraído una vez más por su cuello desnudo, posó sus labios en él y empezó a descender lentamente hacia su clavícula, mordisqueando suavemente con sus dientes, sin llegar a presionar. Notó que ella se estremecía y apreció sus pezones erectos debajo de la fina tela del sujetador, la liberó de esa pieza dejando que cayese al suelo.

      Recorrió sus senos rozándolos apenas con las puntas de sus dedos, mirándola fijamente a las pupilas donde veía crecer el deseo. Siguió deslizándose por su estómago, viendo como ella cerraba los ojos para concentrarse en su caricia y, arrodillándose ante ella, desabrochó su pantalón hundiendo la cara en su abdomen, aspirando su olor mientras paseaba los labios por su piel, sintiendo los dedos de ella que acariciaban su cabello atrayéndolo hacia ella. Dejó que los pantalones resbalasen por sus piernas y la atrajo por las caderas para recorrer su vientre con la lengua, notando la presión de las manos de ella sobre su cabeza invitándolo a seguir.

       Colocó un dedo a cada lado de las braguitas para hacerlas descender, y rodeándole los glúteos con las manos los empujó hacia él para acercarse a su pubis y dejar que sus labios lo rozasen. Volvió a ascender para buscar sus labios, empezando a desabotonarse la camisa mientras la besaba, y ella acabó de quitársela para poder sentir el contacto de su pecho sobre el suyo propio. Laura le desabrochó el pantalón y descendió para bajárselos junto con el slip, mientras empezaba a pasear los labios por su piel; le gustaba estar cerca de su miembro y notar como éste empezaba a hincharse, hasta erguirse por completo respondiendo a sus estímulos. Sin embargo, él la tomó de los brazos y la ayudó a ascender nuevamente, tendiéndola sobre el sofá y liberándola de la ropa que se arremolinaba a sus pies.

     Pasó sus dedos por la boca de ella que lo miraba expectante, los recorrió después con los labios sin dejar que ella se fundiera en el beso apasionado que esperaba.
     –Chisss… no te muevas –ordenó.

     Por toda respuesta ella emitió un sonido gutural de complacencia. Siguió deslizándose a lo largo de su cuerpo, dejando que sus labios rodasen por sus pechos, parándose en los pezones, rozándolos apenas en una suave caricia, para seguir descendiendo hasta llegar al pubis; donde se entretuvo mientras con los dedos acariciaba la parte interna de los muslos.

     Separó suavemente sus rodillas para dejar descubiertos sus genitales, los recorrió con un dedo mientras la miraba con una sonrisa cargada de complicidad. Humedeció una mano en el recipiente de agua, dejando que el líquido resbalase después por las puntas de sus dedos, observando como las gotas caían lentamente sobre su pubis. Notó como la piel se le erizaba al sentir el contacto del líquido y levantó los ojos; pero no encontró disgusto en su mirada, sino el asentimiento que se confirmó cuando ella se acomodó sobre su espalda separando totalmente las rodillas para exponer sin reservas sus zonas más íntimas.

     Alentado por su invitación empezó a rociarla con la crema de afeitado, extendiéndola después con sus dedos, sintiendo como se estremecía con cada uno de sus movimientos. Empezó a pasar la cuchilla de manera suave y precisa, consciente de lo delicado que resultaba, intentando no perder el pulso, conseguir no alterarse con la visión de sus genitales totalmente desnudos, liberados de la barrera que antes los cubría con un tapiz de vello.

     Una vez estuvo seguro de que estaba totalmente rasurada, volvió a rociarla con agua para eliminar posibles restos de jabón, secándola después con sumo cuidado. Pasó un dedo lentamente, apreciando la piel suave y delicada, recorriendo cada uno de sus relieves, mirando todos los detalles que ahora apreciaba en su total desnudez. La coloración de sus labios mayores, un poco más oscuros que el resto de su piel; los labios menores, ligeramente rosados, culminados por la capucha del clítoris, totalmente hinchado.

     Siguió con su análisis, consciente de la hipersensibilidad de la zona, ahora desprovista de cualquier protección, y que el roce de sus dedos ahora incrementaba la intensidad de las caricias que ella recibía. Lo advertía en su respiración acelerada y en el suave jadeo que se escapaba de su garganta, confirmándolo la humedad que se abría paso a través de la apertura de su vagina, indicándole que estaba totalmente excitada, haciendo que su propia excitación se incrementase también.
     Reprimió su deseo de seguir observando los recientes descubrimientos, para ceder a la necesidad de probarlo con su lengua también, sabiendo que para ella sería mucho más placentero. Descubrió lo agradable que resultaba acariciar su piel lisa y tersa, dejar deslizar su lengua sin ningún tipo de obstáculo; reconstruir a través del tacto las imágenes que tenía grabadas en la mente de sus genitales totalmente rasurados, consiguiendo sobreexcitarlo y notar que su pene, totalmente erecto, palpitase desenfrenado exigiendo empezar a explorar él también.

     Ascendió lentamente hasta colocarse encima de ella, que le devolvió la mirada cargada de deseo, le acarició el cuello con sus labios, dejando que su falo advirtiese la calidez de su piel, ahora lampiña,  mientras se frotaba contra ella, resistiéndose al deseo de penetrarla para seguir disfrutando de ese contacto.
      Notó como ella buscaba sus labios para besarlo, percibiendo también la necesidad que le transmitía a través de su boca y no lo dudó más. Sintió sus piernas rodeándole los glúteos atrayéndolo hacia ella, su pelvis empujando contra él, incrementando poco a poco la frecuencia de sus movimientos, propagándole su urgencia hasta traspasarlo a él también. Se acopló al ritmo que ella marcaba, abandonándose al compás del masaje de sus membranas que lo envainaban, hasta que dejó de retenerse al notar sus contracciones confundiéndose con sus propios espasmos.

     Sentía el contacto de sus dedos recorrer su espalda, el leve estremecimiento que producía su caricia en su cuerpo relajado, sus piernas aún entrelazadas. Se incorporó para liberarla de su peso mientras se tendía junto a su espalda, acoplándose a su cuerpo mientras la abrazaba.
     –¡Oh!, cariño, tendríamos que haber probado esto antes –le susurró al oído mientras volvía a recorrer su pubis con la yema de los dedos. 
     –Tienes razón –contestó Laura extasiada–, pero ahora que ya lo sabemos podemos probarlo contigo, no te imaginas lo placentero que resulta –propuso mientras se acariciaba también, gratamente sorprendida por el aumento de sensibilidad que la piel de esta zona había experimentado al verse liberada del vello.
     –Ummm, estoy deseando ponerme en tus manos –contestó entusiasmado, notando un agradable cosquilleo en su pene que, empezaba a despertarse otra vez ante la dulce perspectiva.

Resumen de un relato de "Estel, amor y miseria"Leer un capítulo 

lunes, 20 de enero de 2014

¿A qué sabe el semen?

El semen alcanza una velocidad de hasta 50 km. hora en el momento de la eyaculación y puede llegar a dos metros de distancia si no encuentra barrera que lo impida. Es de color blanco lechoso, razón por la cual popularmente se le conoce como “leche”.

El olor depende de un hombre a otro, pudiendo ser muy suave o muy intenso dependiendo de factores diferentes, sobre todo de la alimentación, ingesta de medicamentos o alcohol, así como el consumo de marihuana o tabaco. Hay personas a las que les resulta desagradable y otras en las que despierta una gran excitación.

Pero, ¿a qué sabe el semen? Lo normal es que tenga un sabor dulce o afrutado y levemente ácido, aunque dependerá de los alimentos ingeridos. Algo a tener en cuenta mientras se prepara una cena romántica.
Sabor suave: verduras y ensaladas.
Sabor dulce: patatas, arroz, helados, bebidas azucaradas.
Sabor agrio: carnes rojas, espárragos, repo­llos.
Amargo: tabaco, ma­rihuana, alcohol.

Una combinación bastante desagradable (algo a tener en cuenta si preparas una cena romántica) sería una ensalada de espárragos (que además huele fatal) y un chuletón. Olvidarse también del ajo, la cebolla y las especias picantes.
Tragar el semen (de un hombre sano) no es perjudicial en absoluto, pero en contra de lo que se cree, no engorda, como también es falso que embellezca utilizado como mascarilla facial. Algunos lo consideran una prueba de amor, pero para otras personas es intolerable.
Lo importante es tragarlo sólo si te apetece y no hacerlo nunca si te produce repulsión. Muchos hombres se permiten hacerlo aún sabiendo que a sus parejas les causa rechazo. Nunca permitas que alguien te obligue a hacer algo que tú no deseas.
 ……. Mini Relato…….
     Apenas habían acabado de comer y él se precipitó sobre ella  besándola con fuerza, Laura se dio cuenta de que ya no era el hombre dulce y tierno que había estado a su lado las noches anteriores. Otra vez arremetió contra ella como si pensase que estaba a punto de perderla, la poseyó en el sofá de una manera bastante burda. Ella, confusa, le dejó hacer pensando que así calmaría su deseo y podrían hablar tranquilamente. Si este tipo de relación es la que le deparaba el futuro no estaba dispuesta a tolerarlo.

      Una vez Raúl estuvo más calmado la cogió de la mano y la llevó a la habitación, la tumbó sobre la cama y empezó a acariciarla mientras le decía cuanto la deseaba. Laura era consciente del torbellino de emociones que la embargaban, no podía comprender como él podía cambiar de esa manera. Pasaba de ser dulce y delicado a comportarse  nuevamente como un ser obsesivo y posesivo en extremo.

      Esta situación la alteraba enormemente y no podía permitir que esto continuara así. Sin duda esta sería la última vez que estaban juntos, decidió intentar disfrutar de ese último encuentro antes de acabar definitivamente, se dio la vuelta situándose encima de él y empezó a acariciar su pecho. Él cogió su cabeza y la hizo descender hasta situarla junto a sus genitales lo que la hizo entender qué deseaba. Ella pensó que sería su último regalo y que intentaría complacerlo, hasta que todo se precipitó y apenas fue consciente de lo que pasó. Cuando sintió como su boca era invadida por la fuerza del líquido caliente, la ira se apoderó de ella.

     –Basta, se acabó –gritó, escupiendo las palabras y el semen de su boca.
     –Lo siento Laura, no me acordé de que no te gustaba –se excusó él.
     –No Raúl. No es sólo esto. Es todo, me tratas como si mis necesidades no existieran. Utilizas mi cuerpo como si fuese un juguete para darte placer. Estoy cansada, no soporto ni un día más esta situación.
     –Pero yo te quiero. Te necesito –imploró él.
     –Lo siento Raúl, se acabó. Nunca más volveremos a estar juntos.

     Laura se dirigió al baño y abrió la ducha. Oyó el portazo de la calle, indicando que Raúl se había marchado contrariado, no importaba, lo más importante es que se sentía liberada de una relación con la que no estaba satisfecha. Se metió debajo del chorro tibio y dejó que el agua se deslizase por su cuerpo arrastrando toda la suciedad y el aturdimiento que sentía. 

lunes, 4 de noviembre de 2013

15 años de Viagra

Datos curiosos de los 15 años de vida de la Viagra (artículo extraído de MUY INTERESANTE)

Aunque personalmente opine que la mayoría de disfunciones sexuales son psicológicas y que aunque la Viagra consiga erecciones, lo importante es saber qué provecho sacarles. Y, lo más importante, no se necesita una pastillita, sino alguien que consiga excitarte.

La famosa pastilla azul cambió la vida sexual de muchas personas hace ya 15 años, cuando a partir del 2 de noviembre de 1998 saliera a la venta en las farmacias como tratamiento contra la disfunción eréctil. Desde entonces miles de personas han tomado un total de 1.800 millones de comprimidos en todo el mundo. Aquí tienes algunos datos de la famosa Viagra.

En total, desde su lanzamiento, se han vendido unos 1.800 millones de comprimidos de todo el mundo.

223 millones de recetas médicas de Viagra para tratar la disfunción eréctil se han extendido desde el nacimiento de este medicamento.

El último avance ha sido crear la pastilla en un formato que se disuelve directamente en la boca, evitando tener que tragarla con ayuda de agua y mejorando la confidencialidad a la hora de tomarla.

Unos 37 millones de hombres en todo el mundo han utilizado la famosa pastilla azul para mejorar sus relaciones sexuales.

Solo en España se han realizado más de siete millones de recetas y se han dispensado más de 34 millones de comprimidos.

Para estudiar los efectos de la viagra se han realizado unos 120 ensayos clínicos en los que han participado más de 13.000 pacientes.

La disfunción eréctil suele ser una señal de alerta de otros trastornos graves por lo que los médicos recomiendan realizarse revisiones periódicas a partir de los 40 años.

Según el estudio Epidemiología de la Disfunción Eréctil Masculina, este problema afecta al 12 por ciento de los hombres entre 25 y los 70 años. Este porcentaje aumenta hasta el 26 por ciento en varones entre los 40 y los 70 años de edad.

El sildenafilo, como se conoce técnicamente a la Viagra, es un vasodilatador que inicialmente se propuso como tratamiento de la hipertensión y la angina de pecho. Cuando en los estudios de fase I se comprobó que podía inducir erecciones en el pene se propuso cambiar de objetivo médico a tratar y usarlo para paliar la disfunción eréctil.


Exactamente el 2 de noviembre de 1998 salía a la venta en España la famosa pastilla azul que cambiaría la vida de muchas personas que sufrían disfunción eréctil. Es decir, en 2013 se cumplen 15 años de su nacimiento.